Este artículo debió aparecer en el Fanzine Cidade Cretina de 2019 que venía editando CGTH Records. Por cuestiones técnicas, ese librillo nunca llegó a ver la luz. Lo recuperamos para vuestro disfrute, revisado y aumentado, tal como lo hubieseis podido leer en un autobús de camino a casa. 🙂
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¡Queridos amigos! Saco de nuevo los pies del tiesto de mi propia web, esta vez para colaborar en este bonito fanzine a petición de los seres más adorables de Ferrol: los huéspedes de CGTH Records. Cuando me lanzaron la propuesta no pude negarme, claro. ¿Pero, sobre qué escribir? Escribe de lo que te dé la gana, ¡de guitarras y esas cosas!, me dijo la cúpula.
Así que, buscando una fuente de inspiración, pensé en aquellos artículos que Steve Vai escribió para la revista Guitar Player a finales de los 80. Cuando los editores esperaban columnas llenas de ejercicios, fraseos y todo tipo de pirotecnia guitarrística que fundiese los plomos de sus lectores, el bueno de Steve les mandó algo que se parecía más a un libro de autoayuda de la sección de 6€ de Carrefour. De nuevo, el mocetón hizo lo inesperado. Los llamó Martian Love Secrets. Y los recomiendo, por cierto.
Inspirado por este rollo que os acabo de contar y, siendo fieles al espíritu subversivo que todo fanzine debería tener, hoy me apetece hablar de esas cosillas que me chirrían desde hace tiempo sin abandonar la temática guitarrera: la industria de instrumentos musicales o, dicho de otra manera, las tontadas que nos venden y compramos sin pensar. ¿Esperabais que hablase de ajustes, pastillas y maderas? Pues se siente, me habéis dado un espacio para hablar de lo que quiera, así que… ¡dejadme divagar un poco!
Como todos sabéis, el prefijo “la industria” quiere decir “hacer dinero a espuertas con”. Por ejemplo, en el caso de la industria alimentaria, su objetivo no es alimentarnos correctamente, sino forrarse con lo que nos dan para comer. La industria textil no está para vestirnos, sino para forrarse vendiendo prendas. La industria farmac… en fin, supongo que habéis cogido el concepto.
Creo que ya lo he comentado en algún momento en mi web (cosas de abuelo cebolleta), pero cuando era un joven padawan estudiando FP, Raúl García, mi profesor de electrónica analógica, dijo esa famosa frase que quedó para mí como un hito inamovible: la calidad total en una cadena de audio va a quedar determinada por el eslabón de menor calidad de esta.
La industria de instrumentos musicales sabe esto, obviamente. Y lo han usado desde hace décadas, grabándolo en nuestro cerebro a fuego. Esta es la excusa que todos debemos repetirnos inconscientemente para justificar la compra de cosas que realmente no necesitamos. No hay engaño en el sentido de que es una idea cierta, pero el truco está en que nos venden una parte por el todo. Pastillas, amplis, cables, pedales o púas. Casi todas, de una manera u otra, con un famoso nombre detrás y la contundente promesa de ser la pieza clave. La que va a darte el tono definitivo que andas buscando. Y, oye, si lo compras y finalmente no lo es (algo nada fuera de lo común), seguramente sea porque hay otro eslabón más débil en tu cadena que lo está arruinando todo: culpa tuya. Busca qué es y cámbialo también. Así se pone en marcha una rueda difícil de parar.
¿Qué está ocurriendo? Que nos están vendiendo perfume. ¿Cómo se puede convencer a alguien de comprar un perfume por TV o por un anuncio en una marquesina, sin saber cómo huele? Antes de ir a la tienda a probarlo, el cliente está ya convencido de llevárselo bajo el brazo. Porque lo que nos venden realmente no es colonia, es un status social. Yo soy de Channel Nº5. Yo de D&G.
Quizá una de las cosas que más daño han hecho en este sentido han sido las tiendas online, ya que nos han acostumbrado a comprar sin probar, con un par de clics. Y a pagar sin mirar el dinero. Compulsión pura y dura que, además, arruina los negocios de nuestros paisanos. ¿Compras sin saber cómo suena? ¿Sin saber cómo se siente en la mano? ¿Por una demo de YouTube grabada quién sabe cómo? ¿Sin saber cómo se lleva con el resto de tu equipo? Perfume de nuevo. Yo soy de Strato. Yo de Les Paul.
No me quiero meter en lo que cada uno hace con su dinero, que para eso vivimos en el mal llamado primer mundo y si de algo nos han convencido es de que es totalmente legítimo gastarlo en cosas superficiales. No seré yo, humilde técnico de instrumentos, quien vaya a quitaros la idea de modificar constantemente vuestros cacharritos; sería tirar piedras contra mi tejado. Pero es una pena ver a la mayoría de los músicos más preocupados por su equipo que de hacer música con él o discutiendo acaloradamente en foros sobre qué guitarra o qué pedal es mejor, como si todo esto fuese una competición. Moviendo interminablemente la rueda. El consumismo consumiendo la musicalidad.
¿Qué quiero decir con todo esto? ¿Que los componentes premium que los fabricantes nos quieren endosar son falsos? ¿Que todo es una engañifa? No exactamente, pero pensemos en los coches. Puedes comprarte una berlina alemana con un motor de 350 cv, ruedas de camión y tapicería de cuero con asientos deportivos, pero un Clio también te va a llevar a Cádiz de vacaciones a 120 km/h por la autovía de la plata, no lo dudes. Poseer un cochazo no te convierte en mejor conductor (que se lo pregunten si no a Jezulín), y aunque uno tenga más lujos que el otro, te van a llevar al mismo lugar. Gastarte un montón de pasta en equipo no te convierte en mejor músico (que supongo que es de lo que debería tratarse todo esto), sino en coleccionista. Con esto no estoy poniendo al mismo nivel las guitarras de 68 € fabricadas en China con obras maestras de la lutería de 8.000 €, solo que, superado un cierto nivel de calidad en un instrumento, el resto, en mi opinión, es puro fetichismo.
Está bien preocuparse por tener un tono con el que te encuentres a gusto tocando, pero no debería obsesionarte ni distraer tu atención de lo verdaderamente importante: hacer música.
Si algo tengo claro ahora es que lo mejor es conocer bien tu equipo, investigar los diferentes sonidos que le puedes extraer y mantenerlo bien ajustado para que resulte cómodo de tocar, en lugar de comprar y comprar en busca del Santo Grial. Yo he comprado y vendido bastantes piezas a lo largo de los años y, la diferencia entre todas ellas, mirándolo retrospectivamente, era muy poca en mi opinión e inexistente en la opinión de los demás. Admito que la mayoría de las veces he comprado más impulsado por la publicidad que por el instrumento o equipo en sí. Y claro, la decepción no suele tardar en llegar.
No nos obsesionemos con el equipo y no nos apresuremos en comprar. En la industria de los instrumentos, al igual que el detergente Dixan, el nuevo siempre lava más blanco. No caigamos tan fácilmente en sus redes.
Recordemos que se llaman instrumentos porque se trata de las herramientas que materializan en el mundo físico la abstracta idea musical que resuena en nuestras cabecitas, y ahí dentro no hay marcas ni modelos que valgan. Me alucina ver, cada vez que viajo a lugares donde conseguir un instrumento occidental no es nada fácil, a la gente haciendo música maravillosa con instrumentos toscamente manufacturados o, en el mejor de los casos, guitarras que no tendrían a la venta ni un Cash Converters por vergüenza ajena. La pasión por hacer música, totalmente ajena al negocio que lo sobrevuela.
Reflexionando ahora sobre esa frase que dijo mi profesor Raúl, aunque cierta, quizá no siempre aplica. La calidad de la cadena de audio hay que mimarla cuando hablamos de sonido Hi-Fi, pero igual no necesariamente de instrumentos musicales, donde gracias a la subjetividad del autor, no hay un sonido mejor que otro. Al fin y al cabo, ¿¿no molan más las guitarras sucias?? 😉
Excelente articulo, y sí, totalmente de acuerdo. Recibimos un bombardeo de información de nuevos productos hechos por las manos de monjes budistas, maestros en electrónica vintage de la era sovietica… que como dices, cuesta muchísimo dinero y no aumenta o mejora el sonido, mas allá de lo que lo haría cualquier otro pedal normal de línea. Soy partidario de que el sonido esta en los dedos, y después de ahí, en el equipo. Aunque creo que esos temas acalorados, tmb se dan en ciertas etapas de la vida, ya despues, lo que interesa es tocar, y tratar de tocar lo mejor posible.
Muy buena e interesante reflexión! Sin ser músico, esta enfermedad la tenemos tan presente que nos rodea en nuestro día a día. ¿Que pasaría si todos se dieran cuenta de esto?
Un saludo??
Si todos nos diesemos cuenta y actuasemos en consecuencia, probablemente sería el fin de la cultura occidental tal y cómo la conocemos. Por algo se empieza! Abrazos 😉
Enhorabuena por este artículo.
Da gusto verte “divagar un poco”.
Muy interesante. Pisar un momento el freno y pararse a reflexionar como en esta ocasión, siempre merece la pena.
Un placer leerte.
Gracias! 🙂
He tenido la suerte de encontrarme con músicos que hacían cosas maravillosas con casi cualquier cosa, y eso siempre da que pensar. No es tanto lo que se tiene, sino cómo se exprime!
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Muy interesante! Es una enfermedad esto de la cacharrería musical. Yo no entiendo mucho de cacharros, y aún así peco de esta enfermedad, pero investigo mucho acerca de los diferentes sonidos que se pueden sacar al instrumento desde los dedos, púa… tocar más cerca del puente, más en el mástil, más fuerte, más flojo… y la verdad es que no tengo ninguna duda de que es ahí donde hay que poner el foco. Parece una tontería y quizás se asuma como algo evidente pero qué, qué va…
Como dices en el artículo, tomamos como un fin lo que al final es un medio.
En fin, dicho esto, qué ganas tengo de que me llegue mi nuevo pedal!!! jajajajajajja
Tienes toda la razón. Lo importante son los sonidos y las relaciones que se crean entre ellos. La creatividad no se puede comprar.
Besos
Exacto, la creatividad no se puede comprar, aunque se empeñen en vendernosla! Gracias por pasar y besos!
La mayoría de los músicos tocan con su instrumento con todo al 10, y efectivamente, existe un mundo de posibilidades tonales dependiendo de cómo uses tu mano de la púa. Que se lo digan si no a Jeff Beck, Guthrie Govan o Jim Campilongo. Creo que se ha enseñado poco en ese sentido…