A menudo se suele decir que “somos nuestro peor enemigo”. Frase que, lamentablemente, entra en el rango de idioteces y lugares comunes que esos nuevos gurús para aspirantes a yuppies llamados “coach” usan recurrentemente para ganarse, nada mal por cierto, la vida. Y digo lamentablemente, porque creo que, por esta vez, esa aseveración es cierta pese a haber caído en las garras de aquellos que se dedican a dar lecciones, instalados en el privilegio, al resto de los piltrafillas que les hacen oídos.
Efectivamente, la falta de confianza en nosotros mismos nos hace perder oportunidades. Muchas veces durante largo tiempo, y en otras ocasiones, de por vida. En mi experiencia, especialmente en el ámbito laboral, a menudo también me he encontrado con el extremo contrario. El tipo que dice sí a todo, sin tener la más mínima idea de nada. Si bien me parece encomiable aceptar nuevos retos, en el caso al que me refiero, el sujeto suele tener el perfil de un estafador. Seguro que también os habéis cruzado con alguien así en el trabajo. Lo coge todo, promete el oro y el moro, y a la hora de la verdad, son los de alrededor los que tienen que sacarle las castañas del fuego. El bicho, finalmente, cae de pie y consigue su objetivo, pese a que el mérito suele ser de los demás. Sin duda, tampoco queremos ser ese tipo de persona.
Es por ello que quiero pensar, que, por esta vez y sin que sirva de precedente, la virtud está en el medio. Ni calvo, ni con tres pelucas. Humildad conociendo tus limitaciones, pero valentía y trabajo para ser capaz de superar el objetivo.
El reto del mástil
Hasta ahora, hacer un mástil me parecía una tarea titánica. Tanto que, por el precio por el que puedes encontrar mástiles de buena calidad, no merece la pena ni la paliza, ni el desembolso en herramientas. Hace poco vi un meme que venía a decir que los luthieres gastamos 2.000 € en herramientas para fabricar una guitarra de 200€… Exagerado, pero cierto. Es por eso que, hasta ahora, las guitarras Doppelgänger habían llevado mástiles Hosco a los que modificaba, como ya sabéis, con radios y trastes especiales.
Pero por otro lado, la idea que rondaba mi cabeza durante todo este tiempo era: “¿Qué clase de luthier eres que no has hecho aún un mástil?”. Al fin y al cabo, hacer un cuerpo y pintarlo tiene su miga, claro. Pero eso es solo la mitad del instrumento. Así que después de mucha documentación y unas cuantas herramientas útiles (de menos de 2.000€…), al fin tomé la determinación. Total, ¿cuál sería el peor de los escenarios? Se me vienen a la cabeza la frase de un señor turco que, en una ocasión, nos llevó al aeropuerto de Estambul. Llegábamos tarde por culpa de un atasco y con riesgo de perder el vuelo. Él se limitó a decir, sencillamente: “¿Y qué pasa si lo perdemos? ¿Nos morimos? ¡No, no nos morimos!”. Toda una lección de vida. Chúpate esa, Mr. Wonderful.
Probablemente, el mástil es la parte más importante de la guitarra. Es donde colocamos las manos y cuyo nivel de comodidad va a hacer que no queramos soltarla en todo el día o, por el contrario, que la terminemos repudiando. Es aquí, en la elección del perfil, el radio del diapasón y el tamaño de los trastes donde un luthier puede dejar más su impronta, construyendo un instrumento con el que el músico conecte inmediatamente.
Aun así, nos encontramos ante la parte más compleja en una guitarra eléctrica. No cabe duda. Pero para nuestro consuelo debemos pensar que se han construido guitarras e instrumentos similares desde hace siglos, con medios muy rudimentarios. Nosotros no podemos ser menos. Aparte de la información a raudales de que disponemos, hoy tenemos también mejores herramientas que nunca.
Así que, sin subestimar el trabajo y con una buena ración de confianza en nosotros mismos, nos ponemos…
Manos a la obra
Como decía, no vamos a construir una nave espacial, pero tampoco es como colgar la barra de las cortinas del salón. Debemos mentalizarnos de no correr. Pensando y asegurando cada paso dos veces.
Las maderas
Lo primero, obviamente, es la madera. Los mástiles de Telecaster (la mayoría de los modelos de Fender) se fabrican tradicionalmente de arce. Una madera muy dura que aguantará los rigores de la tensión de las cuerdas sin deformarse. También se usa la caoba, especialmente en guitarras tipo Gibson. Si queréis innovar, las maderas de los árboles frutales son casi todas válidas también por su rigidez.
El mástil puede ser de una sola pieza, integrando el diapasón, o que este sea una pieza aparte. Os voy a mostrar la segunda opción, ya que es mucho más sencilla. Construir un mástil de una sola pieza es un poco más complejo. Y por otro lado, los mástiles con diapasones encolados aportan una rigidez extra al conjunto.
Vamos a utilizar una pieza de arce y otra de ébano para el diapasón. Podéis encontrarlas en tiendas especializadas donde las tienen ya secas y listas para trabajarlas. Por ejemplo Madinter, Maderas Barber o mis favoritos últimamente, los portugueses Guitars and Woods.
Como herramientas, en este punto, necesitaremos un gramil, una regla larga y una plantilla del mástil que vamos a hacer.
Trazando los ejes
Es fundamental trazar correctamente los ejes en las tablas. Aunque parezcan perfectos a ojo, debemos comprobar con una regla cual es el lateral (a lo largo) más recto de los dos. Localizado y marcado (lo necesitaremos para el futuro), usamos ese lado para apoyar el gramil y tirar una línea paralela lo más centrado posible. Tanto en el arce como en el ébano.
Marcado este, ya podemos colocar nuestra plantilla y dibujar su contorno, marcando especialmente los puntos de referencia, como la línea de la cejuela o la del traste 12.
El alma
Otra característica que debemos decidir es el tipo de alma y su acceso. Si bien resulta mucho más cómodo accionarla desde la pala, el agujero que debemos hacer en esta zona la debilita bastante. Colocar el tornillo en el talón requiere algo más de tiempo a la hora de ajustar la curvatura del mástil, pero ante cualquier caída accidental, la pala será menos susceptible de roturas.
Un alma de acción sencilla, como las que llevaban las primeras Fender, lleva una colocación en curva en el interior del mástil y solo permite reducir la concavidad al apretar el tornillo. Las de acción doble van insertadas en recto y permiten mover el mástil en ambas direcciones.
Por sencillez y funcionalidad, vamos a usar esta última, con acceso desde el talón.
Cortando el canal del alma
Como he comentado, este tipo de alma lleva una colocación muy sencilla, pero aun así hay que ser muy preciso. Necesitamos hacer un canal en el cual la varilla entre justa y centrada perfectamente al eje. Cualquier fallo en este punto no solo le restará efectividad al posterior ajuste del relieve del mástil, sino que también producirá vibraciones y ruidos indeseados.
Para ello usaremos la fresadora con una fresa de 6 mm, que es precisamente el ancho del alma. Utilizaremos el accesorio de la guía lateral para que, apoyada de la misma manera que hicimos con el gramil, cortemos exactamente por el mismo lugar.
Nos aseguramos de ajustar bien la fresadora y colocamos un tope para impedir pasarnos de largo por error. Tomaos el tiempo necesario para asegurar este corte.
Una vez tengamos todo listo, haremos un agujero con una broca para poder introducir la fresa en su lugar. Lo hacemos de la profundidad que vaya a tener la varilla. En nuestro caso son 9 mm. Máxima precisión de nuevo.
Todo listo, podemos iniciar el corte. Hacedlo de varias pasadas con diferentes profundidades para evitar astillamientos. Si al terminar os ha quedado alguna rebaba, podéis afinarla con el formón y mucho cuidado.
La parte del final del alma lleva una soldadura para unir las dos varillas que la conforman. Debido a esto, esa parte se ensancha y lo normal es que no entre en vuestro canal perfecto de 6 mm. Trabajad únicamente esa zona con el formón, muy poco a poco, hasta que entre sin holguras y sin forzar la madera.
Cortando el contorno del mástil
Lo siguiente es cortar el contorno del mástil por donde hemos señalado con la plantilla. Usaremos la sierra de cinta. Debemos cortar lo más cerca de la marca de lápiz sin llegar a invadirla.
Tras esto, ya podemos colocar la plantilla de nuevo con cinta adhesiva de doble cara y usar la fresadora en configuración de mesa para afinar bien los contornos.
Terminando de instalar el alma
Aún nos queda hacer el agujero en el talón por donde aparecerá el tornillo del alma. Calculamos la altura respecto de la profundidad que va a tener y taladramos lo más recto posible. Hay quien se construye o se compra un jig especial para esto, pero es posible hacerlo a mano con mucho tiento.
Hecho esto, ya tenemos una de las partes más complicadas del mástil terminadas.
Para finalizar, envolveremos el alma con cinta de teflón. Lo suficientemente apretado para que ambas varillas no vibren, pero no tanto como para que el mecanismo funcione. Colocaremos también un par de gotitas de silicona en ambos extremos para asegurar que no se mueve de su posición.
El diapasón
Para trabajar el diapasón necesitaremos varias herramientas. Para empezar, como he comentado, el gramil. Con él marcaremos el eje de la tabla sobre el lateral más recto. En este caso, esto sí que es crítico. Si ninguno es totalmente recto, necesitaremos trabajarlos para dejar, al menos uno, perfecto.
Para marcar los surcos de los trastes vamos a usar una plantilla de escala de 25.5”. Estas están preparadas para usarse con un carísimo dispositivo especial que te permite cortar el traste de manera súper fácil y precisa. Obviamente, no vamos a usarlo ya que no es imprescindible, y además sería demasiado fácil 😉
La colocamos sobre el eje y vamos marcando la posición de los trastes.
Y aquí viene el truco. Usando una escuadra apoyada sobre el lateral bueno, marcamos la línea de los trastes. Es por ello que insistía en que este lado tiene que ser perfectamente recto. De otra manera, la escuadra no apoyaría bien y la línea y los futuros trastes, quedarían torcidos.
Comprobamos.
También nos cercioramos con la plantilla que la línea de la cejuela y el traste 12 coinciden.
Fijamos el diapasón, que no se mueva, y calculamos la profundidad de corte para marcarlo en nuestra sierra japonesa calibrada a los 5 mm del diente del traste que luego colocaremos.
Uno de los errores que cometí con el diapasón fue cortar en este punto ambas líneas que delimitan la cejuela. Por no calcular bien el grosor de la sierra, el surco de la cejuela me salió ligeramente más grueso de los 3 mm clásicos de Fender. No hay mayor problema en que la cejuela sea un poco más ancha de lo normal por detrás siempre que la línea del comienzo de escala sea correcta. Total, la cejuela va tallada a mano. Pero no es lo que tenía planeado.
Colocamos la plantilla, marcamos los contornos y, de nuevo, cortamos con la sierra de cinta sin meternos en las marcas a lápiz. El ébano es una madera muy dura, famosa por desafilar rápidamente las herramientas. Si tienes una cinta más vieja o muy usada, es el momento de ponerla en la máquina.
Encolando el diapasón
Lo siguiente será pegar el diapasón al mástil. Para ello vamos a poner una tira de cinta de carrocero todo a lo largo del surco del alma, pues no queremos que la cola entre ahí y bloquee su funcionamiento.
Colocamos un par de clavos en ambos extremos del mástil y les cortamos la cabeza con unas tenacillas. Clavar superficialmente solo.
Una vez presentados y en su lugar el diapasón y el mástil, usando las marcas en ambos del eje, la cejuela y el traste 12, presionaremos para que los clavos marquen el ébano. Esto nos servirá como guía a la hora de fijar ambas piezas durante el encolado e impedirá que el diapasón se mueva de su lugar.
Usamos una brocha para repartir la cola Titebond en ambas piezas y presionamos con sargentas durante 24 horas.
Dando forma al mástil
Vamos a ir dándole su forma definitiva al mástil. Si bien ya tenemos parte del trabajo más difícil hecho, aún nos queda.
En esta nueva fase, lo primero es enrasar el diapasón con el mástil, ya que lo habíamos cortado en bruto con la sierra de cinta. Para ello montamos de nuevo la fresadora en configuración de mesa, y usando una fresa copiadora, apoyamos el rodamiento en el arce, que ya tiene su forma definitiva. En la foto está boca arriba el mástil, pero el corte se hace al contrario.
Colocando los marcadores laterales
Tan fácil como calcular la posición con una regla y hacer los agujeros con un taladro de columna o soporte. Los marcadores laterales se venden en tiendas especializadas en barritas, pero se puede usar cualquier otro material que se os ocurra, como palos de piruletas. ¡Dejad volar la imaginación!
Una vez seco el pegamento, se corta el sobrante y se nivela con lija. Pan comido.
Los agujeros de las clavijas
Es el momento de hacer los agujeros para los afinadores. Para ello los marcaremos con la plantilla y, con la ayuda de una regla, calcularemos el centro. Para asegurarnos que el tiro sale centrado, primero lo marcaremos con un punzón con mucho cuidado, y después con una broca fina que sirva de guía a la broca de madera del tamaño adecuado. En este caso, 8,5 mm.
Radiando el diapasón
Bienvenidos a la parte más dura, con diferencia, de todo el proceso. Como habréis podido observar en las fotos, el grosor del diapasón es exagerado. Hay que rebajarlo en torno a 3 mm. Y partimos de 9. O sea que hay que comerse 6 mm de duro ébano a base de lija. Ahí es nada.
Aunque soy amante del radio vintage 7,25”, en esta ocasión elegimos algo un poco más moderno: 9,5”. Colocamos nuestra lija de grano 80 en el taco radiado y empezamos a darle al brazo.
No tengo fotos de este proceso pero os puedo decir que tardé varios días. Hay que protegerse con máscara, ya que el polvo del ébano es tóxico. Existen unos accesorios para la fresadora que deben hacer este trabajo mucho más fácil. Yo no los conozco y no sé si funcionan, pero supongo que algo de trabajo quitarán.
Usamos el gramil una vez más para tirar una línea paralela de 3 mm al borde del diapasón. Esa será nuestra meta. Hay que lijar con cuidado para no desgastar más de un lateral que de otro, cambiando la pieza de sentido cada pocas pasadas. Aunque pensemos que lijamos de manera uniforme, siempre tendemos a hacer más fuerza en diversos puntos, produciendo un desgaste irregular. Debemos ir comprobando constantemente con las galgas que vamos consiguiendo la curvatura correcta y que está completamente recto. Hacer esto bien a mano no solo es duro, sino complicado. Así que mucha atención.
Sin duda, esta es la parte más trabajosa. La buena noticia es que se venden diapasones ya radiados y con el espesor correcto, listos para encolarlos en el mástil, recortarlos y colocar los trastes. La mala noticia es que lo supe después. Una vez más, escogimos el camino difícil.
Colocando los marcadores en el diapasón
Antes de terminar el proceso de nivelado del diapasón, vamos a colocar los marcadores. Si los instalásemos una vez llegados a los 3 mm de espesor, no podríamos nivelarlos correctamente sin pasarnos y desgastar más de la cuenta.
Marcamos de nuevo el eje del diapasón y un aspa de esquina a esquina en los trastes donde vayamos a colocar el marcador.
Y exactamente igual que hicimos con los agujeros de los clavijeros, marcamos, primero con un punzón, después con una broca fina y finalmente con la broca del tamaño adecuado. En este caso, 6 mm.
Colocamos los marcadores con una gota de cianocrilato, dejamos secar y ya podemos terminar de nivelar nuestro diapasón hasta los 3 mm.
El surco para la cejuela
Es lo siguiente que hice. Existe un formón calibrado a 3 mm para hacerlo perfecto. Por el motivo que os contaba al principio, os recomiendo hacer solo el corte con la sierra del principio de la escala y con el formón trabajar con cuidado el surco.
Conformando la pala
Ha llegado el momento de darle a la pala su grosor correcto. Tarea no muy complicada si tienes la herramienta adecuada.
Primero marcamos la parte a retirar con un gramil. Debemos cortar solo hasta donde comienza la curva hacia la cejuela.
Con la sierra de cinta nos libramos de ella sin mayor dificultad.
Trabajando con la escofina de media caña desbastamos la curva.
Y con estas maravillosas lijas de tambor para el taladro le damos su forma definitiva.
Rematamos lijando a mano con grano 180.
Tallando la trasera del mástil
Como os he dicho ya en alguna ocasión, hay días que me levanto un poco atravesado. Este fue uno de aquellos días. Si lo lógico en este punto hubiera sido colocar los trastes, donde la trasera del mástil es aún cuadrada y súper estable para la hora de amartillarlos, yo pasé directamente a redondear la trasera. Qué le vamos a hacer, nos gusta hacerlo difícil…
Si bien, en mi imaginación, esta era una de las fases más complicadas del proceso, finalmente resultó ser lo mejor con diferencia. En la que realmente disfrutas moldeando la madera. ¡Excitante y relajante al mismo tiempo!
Lo primero es marcar las líneas que nos van a servir de guía. La forma de la pala, el talón y el eje. Para este último marqué medio centímetro a cada lado. También 5 mm desde el borde del diapasón. Estas son las zonas que, en principio, no se tocan.
Podéis hacerlo todo a escofina, pero yo usé para esta primera fase, un bastrén recto que me hizo el trabajo mucho más fácil.
Y ya para las zonas curvas de la pala o el talón, usaremos la escofina de media caña.
Cuando ya tenemos la forma encarrilada, empezamos a afinarlo con las cuchillas de ebanista. Aseguraos de tenerlas siempre bien afiladas.
Por suerte tengo un mástil de pruebas por el taller que me resulta muy cómodo. Así que con un copiador de perfiles, lo usé como referencia.
Lo terminamos lijando y dejándolo bien suave y sin imperfecciones hasta el grano 400.
Colocando los trastes
Ahora sí, pasamos a colocar unos trastes medium-jumbo como os he explicado otras veces.
Nivelamos y… ¡listo!
Terminando
Ya solo nos quedaría terminarlo con los componentes que lo integran en la guitarra. Pero lo básico está hecho.
Instalamos las clavijas:
Colocamos el logo y lo barnizamos con goma laca:
Tallamos la cejuela a mano:
Y dentro de poco podréis verlo instalado y sonando en el reportaje de la Doppelgänger Guitars #7! Ahí va un pequeño spoiler:
Resultado
Al montarlo de manera provisional en la guitarra nos dimos cuenta de dos cosas: la primera que habíamos dejado un mástil bien grueso pero cómodo, y con un sustain brutal. La segunda fue que quintaba perfecto y que las notas, tanto individuales como en acorde, sonaban en su sitio correcto. Éxito total.
Conclusión
Pues efectivamente, como dijo aquel señor turco: no nos morimos. Encima, todo ha salido bien. Nos hemos dado cuenta de que somos capaces y de que, solo por llegar a la parte del tallado de la trasera del mástil y disfrutar esa sensación de nuevo, no volveremos a comprar un mástil prefabricado. Además, ¡tenemos que amortizar las herramientas!
Ahora ya podemos decir que somos capaces de convertir unas maderas en una guitarra de principio a fin. Quizá faltaría bobinar las pastillas, pero de momento, eso para mí entra en otra categoría diferente.
A veces, solo necesitamos creer un poquito más en nosotros mismos. Y repetírnoslo de vez en cuando, para que no se nos olvide 😉
Gracias por la data y el consejo: hay que creer en uno mismo.
😉
Te felicito!! Lo bueno de enseñar, a veces es dejar más que la tutoría en si, dejar algo más.Saludos!!
Muchas gracias por leer! Intento que sea una lectura más amena que simplemente un proceso puro y duro 😉. Saludos!!